Las iglesia están organizadas como una jerarquía de unidades funcionales que se gestionan verticalmente, con la responsabilidad por los resultados obtenidos dividida entre los diferentes departamentos, llamados en alguno casos sociedades. En consecuencia, se desarticula la cohesión de la iglesia entre los distintos departamentos o sociedades debido a que su dinámica es aislacionista, sobre todo cuando las acciones están frecuentemente enfocadas en las funciones más que en el beneficio global de la organización.