Somos un generación ingrata. Dios nos ha regalado a Su Hijo unigénito, su único Hijo, el que más ama, pero nos seguimos quejando de lo que no tenemos.
Dios te dice, “Hijo, todo lo mío es tuyo: mi amor eterno, mi salvación divina. Te he dado vida y te he dado fe; te he dado amor y los sacramentos; te he dado gracia y te he dado todo mi ser.”
Deja de quejarte y comienza a agradecer a Dios por todos sus bienes. Deja de rechazar la cruz; acéptala, abrázala, ámala, exáltala.
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