Amán llegó temprano al palacio porque necesitaba el consentimiento del rey para ajusticiar a Mardoqueo, pero antes de que pudiera articular su petición el rey había traído a luz otro asunto: Cómo honrar a un súbdito que bien lo merecía. Imaginándose que él sería el que recibiría tal honor, Amán en forma entusiasta describió su propia ambición. Deseaba recibir el prestigio y alabanza que pertenecían a un hombre honrado por su soberano; ponerse la vestidura real, cabalgar en su caballo y, en realidad, hacerse pasar por él y recibir un homenaje digno del rey.