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La ciudad de Iguazú, en la triple frontera, con el atractivo de las cercanas cataratas, es el lugar turístico por excelencia de Misiones, y quienes van no dejan de visitar allí otro punto de singular belleza por su vista panorámica, como es el Hito Tres Fronteras, lugar donde desemboca el río Iguazú y desde el cual podemos contemplar, la costa paraguaya y, enfrente, la brasilera. Muy cerca de allí está el puerto de la ciudad de Iguazú, y en este recordatorio de aspectos especiales de Misiones, debemos decir que todo ese sitio es un lugar cargado de historia.


En principio cabe recordar que fueron precisamente las cataratas del Iguazú el primer lugar mencionado de lo que, andando el tiempo, vendría a ser el territorio de la actual Misiones, y el que dejara testimonio fue precisamente el adelantado español Alvar Núñez Cabeza de Vaca, en el transcurso de su viaje desde la costa brasilera hacia Asunción, en 1542, y de allí que un salto de las cataratas lleve actualmente su nombre.


Pero, lo que hay que destacar, es que Alvar Núñez en aquel momento no percibió las cataratas como lo que es: un lugar de imponente belleza, sino que las menciona como un inconveniente a salvar, ya que viniendo en canoas indígenas por el cauce del Iguazú, con sus hombres, dan de pronto con estos saltos que sólo podrán sortear bajando las embarcaciones a tierra y llevándolas a mano, por la selva, dos kilómetros y medio, con gran trabajo, hasta poder botarlas nuevamente y llegar a la desembocadura del río.


Y aquí tiene lugar, precisamente, en ese punto que andando el tiempo se llamaría Tres Fronteras, un episodio bueno de recordar, sobre todo si estamos allí de visita contemplando cómo las aguas del Iguazú se mezclan con las del Paraná. Los españoles deben cruzar el río para seguir por territorio paraguayo, y están planeando cómo hacerlo cuando llegan al lugar numerosos indígenas para verlos, atraídos por la presencia de esos extraños. Los indios han llegado pintados de muchos colores, emplumados, armados de arcos y flechas y my curiosos de ver allí a esos hombres con cascos y armaduras. Y sobre todo, por la presencia de los caballos, animales que nunca han visto. Por supuesto los españoles, más allá de las armas de que disponen están en minoría, y en territorio desconocido, de modo que optan por entenderse con los indígenas y los colman de regalos.


El resultado fue que en dos horas, juntando las canoas de dos en dos, y ayudados por los indios para armar unas especies de balsas, los españoles y sus caballos ya estuvieron del otro lado y prosiguieron su viaje. Solo tuvieron un inconveniente. Una de las canoas, muy cargada, se dio vuelta en medio del Paraná y uno de los españoles desapareció, arrastrado por la corriente.


Como podemos apreciar, este sitio, este lugar de confluencia ahora de tres fronteras internacionales, como tantos otros sitios de nuestra provincia, no es sólo lo que se ve, sino también su historia y las referencias que guarda, dignas de ser conocidas y recordadas para darles valor.-