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Como nos ocurre con frecuencia, al circular por una calle que lleva el nombre de alguna persona, ignoramos quién fue o tenemos algún dato impreciso acerca de por qué merece estar en ese cartel en alguna esquina. Hoy, incursionando en estos temas sobre qué conocés de Misiones, nos detendremos un momento en uno de esos nombres  que lleva una calle de Posadas: Juan Queirel, y habremos de mencionar, al menos algo, sobre esa figura que representa, para Misiones, mucho más que el nombre de una calle.


Juan Queirel fue un correntino que vivió en la segunda mitad del siglo XIX, y cuyos trabajos tendrían decisiva influencia en lo que fuera el Territorio de Misiones ya que fue agrimensor, explorador, científico y un escritor que nos legara las más importantes observaciones sobre ese mundo de la selva abigarrada que la colonización iba abriendo a fuerza de hacha y machete.


Queirel había sido en su juventud soldado en las luchas correntinas y un hombre hecho a sí mismo en la formación profesional, que alternó con la vida agreste de campos y selvas sin perder jamás su capacidad de observación y su visión sobre los recursos que en cada zona pudieran explotarse.


Once años trabajó en Misiones mensurando. En 1890, el pueblo y colonia de San José y en 1892 la planta urbana de Apóstoles,  a fin de facilitar el arraigo y organización de los pobladores ya establecidos, la mayoría colonos de origen brasileño, paraguayos y polacos. Mensuró más de 400 leguas de tierras públicas y privadas, remontando el Paraná, el alto Uruguay y recorriendo todo el interior de la provincia.


Dice de él Juan Bautista Ambrosetti, otro pionero en el descubrimiento de los recursos de Misiones: “El señor Queirel es uno de los pocos hombres que conocen a fondo nuestras misiones y es el que ha medido más campos en ella.”


“Además de sus tareas profesionales, ha hecho observaciones y colecciones de historia natural y de historia jesuítica para entregarlas a los especialistas y a los museos. Ya en las costas del Paraná y del Uruguay ha hecho mensuras a costa de grandes sacrificios personales y de dinero rodeadas de privaciones y peligros entre las selvas vírgenes; las que no han podido doblegar aún su carácter de fierro y su constancia a toda prueba”.


Queirel fue también miembro corresponsal del Instituto Geográfico Argentino y en 1897 publicó, como reseña de todos sus trabajos y aventuras en estas tierras, un libro cuyo título -una sola palabra- sintetiza la experiencia: “Misiones”, en cuyo prólogo se destaca un dato curioso. Dice que este libro es: “para aquellos lectores de viajes pintorescos y reales por entre remansos, correderas peligrosas, saltos y cascadas del Uruguay y Paraná navegando en troncos ahuecados de árboles misioneros, ó por entre selvas en cuyo seno se abrieron por primera vez picadas con el machete (marca) “Juan Queirel”, que una cuchillería alemana fabricó y bautizó en Europa, dándole un buen temple. Como el alma del intrépido explorador.”


Y nosotros nos preguntamos: ¿Cuántos alemanes, allá en esa tierra, al usar uno de esos maches se habrán preguntado: ¿Quién habrá sido Juan Queirel?