Hoy, en estos temas acerca de lo que sabés de Misiones, tu provincia, vamos a referirnos a una leyenda que forma parte del acerbo cultural de la región. Es la leyenda del Salto Encantado, ese paradisíaco lugar ubicado cerca de Aristóbulo del Valle en la versión que sobre ella dejara José Antonio Ramallo y compilaran Rosita Escalada Salvo y Olga Zamboni.
La bella y trágica leyenda, muy resumida, cuenta sobre una larga guerra entre dos tribus indígenas, la del cacique Aguará y la del cacique Jurumí que se disputaban la posesión de la selva. Aguará era el padre de la hermosa indiecita Yateí que tenía enamorados a todos los guerreros, en tanto Jurumí era el padre del valeroso joven guerrero Cavureí. Un día andaba Cabureí cazando en el monte cuando sintió los gritos aterrorizados de una mujer y fue cuando sorprendió a un yaguareté dispuesto ya a lanzarse sobre la bella Yateí, pero antes de que el animal pudiera hacerlo ya había sido traspasado por la lanza de Cavureí, que por supuesto cayó luego rendido de amor ante la belleza de la indiecita salvada, aunque grande fue su estremecimiento al saber que ella era nada menos que la hija del mayor enemigo de su padre. La cargó en brazos y la llevó hasta cerca de la tribu enemiga diciéndole: “te amo y te quiero por esposa, pero tu padre me mataría, ya que soy Cavureí, el hijo del cacique Jurumí, enemigo de tu padre. Pero mandaré un mensajero pidiendo cesen la guerras entre ellos y así podremos unir nuestras vidas”.
Pero, llegado el mensajero de paz enviado por Jurumí este fue asesinado por la tribu de Aguará y ambos caciques se dispusieron entonces a combatir. Mientras los indios peleaban Yateí lloraba amargamente en su choza y en un descuido de los carceleros huyó internándose en la selva. Tupá-Dios en tanto transformó sus lágrimas en un arroyuelo y sobrevino el final de la tragedia: Cavureí mató al padre a su amada en la batalla, pero al correr hacia ella, cientos de flechas lo traspasaron. Jurumí entonces levantó el cadáver de su hijo poniéndolo a los pies de Yateí, más hundiéndole luego a esta tres veces el cuchillo en su cuerpo.
En ese momento un poderoso trueno retumbó en la selva, las rocas se abrieron y en medio de un espantoso grito se abrió un abismo que devoró a los combatientes.
Desde entonces, en ese lugar donde cayera muerta Yateí cae al vacío un arroyo formado por las lágrimas de dolor que ésta virtiera. La selva virgen cubre ambos lados de las paredes del abismo mientras el agua se precipita desde setenta metros de altura, y en las noches claras, o cuando se aproxima una tormenta, se escuchan los gritos de guerra de la antigua batalla.
También dicen que Tupá le dio a estas aguas el don de poderoso Payé del amor, porque las mujeres que beben de ellas aseguran su casamiento y mantienen el amor de sus maridos y prometidos.
Tal es la leyenda del Santo Encantado, situado en las inmediaciones de la localidad de Aristóbulo del Valle.