Surgió la idea de que hacía falta, en Guatemala, una expresión de la derecha no extremista que garantizara la continuidad democrática y la oposición al comunismo, un partido capaz de ejercer un rol estabilizador en el complejo panorama de las fuerzas en pugna. Surgiría así el PID, Partido Institucional Democrático, una nueva formación política que intentaba convertirse en factor de equilibrio y que, de algún modo, aspiraba a cumplir con el rol hegemónico que en México asumía el PRI desde hacía varias décadas.