El país que recibía la administración de Arana era pródigo en contrastes y complejo en su panorama político y social, pero avanzaba con paso bastante firme en la senda del progreso. Nada hacía suponer que ocurriría una trágica ampliación de la violencia en la década siguiente y que Guatemala se vería envuelta en un conflicto armado desgarrador, de prolongadas consecuencias.