En vez de una lucha política cada vez más institucionalizada y de consensos cada vez más amplios, Guatemala mantuvo un nivel de violencia bastante elevado y no logró integrar a las minorías de extrema izquierda a un sistema político que se fue volviendo, a su vez, gradualmente más rígido y menos abierto. La terrible lógica de las acciones y reacciones violentas, de la retaliación y de la guerra, fue imponiéndose otra vez, como en los años cincuenta, en un proceso largo y complejo que iremos presentando en los siguientes capítulos.