El diferendo sobre Belice con los británicos permaneció como una preocupación constante para los guatemaltecos, en vista de la total ausencia de resultados positivos. No se consumó la invasión para la que se habían hecho tantos preparativos, pero tampoco se logró nada por la vía diplomática. Muy por el contrario, a medida que pasaba el tiempo Guatemala empezó a distanciarse del gobierno que, hasta entonces, había sido uno de sus más resueltos apoyos, el de los Estados Unidos. La potencia del norte prefirió –como lo hizo algunos años después en el caso de la Argentina– apoyar a su tradicional aliado británico y no respaldar las reivindicaciones territoriales de Guatemala.