Con este amplio y diversificado apoyo, con la existencia paralela de otras organizaciones que, como las FAR y la ORPA, mantenían sus propios frentes independientes de lucha, el EGP se sintió cada vez más fuerte a medida que concluía la década de los setenta y los acontecimientos internacionales iban creando un marco cada vez más propicio a la consumación de sus objetivos. Su meta final estaba ya al alcance de sus manos, o al menos así lo parecía.