Desde el primer momento pudo apreciarse que la reforma agraria tenía un carácter político. Si bien el jefe del DAN no era un hombre de convicciones radicales, que quisiera llevar a Guatemala por la senda del socialismo marxista, la política agraria se definía, en lo fundamental, tanto desde el despacho presidencial como a través de la agitación campesina que promovían algunas figuras del PGT. Había algunos apellidos más ‘expropiables’ que otros, se ha dicho -lo que convertía al decreto en un arma contra ciertos enemigos del proceso y varias familias que aparecían como las representantes de la oligarquía tradicional- y, además, comenzaron las invasiones de tierras por parte de campesinos y trabajadores rurales.