A lo largo de 1953, pero sobre todo a partir de 1954, la oposición al régimen fue creciendo y a la vez organizándose de un modo mucho más eficaz y sistemático. Una institución que volcó todo su peso en contra del gobierno fue la Iglesia Católica, liderada por Monseñor Mariano Rossell y Arellano, un decidido anticomunista que conocía bien los sentimientos piadosos de su pueblo y que estaba sumamente preocupado por el hostigamiento de Arbenz hacia la iglesia. En la ciudad capital y en algunas otras partes del país, multitud de personas se organizaban para dar apoyo a Castillo Armas y su inminente acción armada.