Muy pronto el ambiente político se cargó de tensiones. El partido oficialista, el MDN, se vio enfrentado a la necesidad de revalidar su posición política en el curso de pocos meses, con el riesgo de perder el disfrute del poder y arriesgar lo que se había logrado en cuanto a mantener a raya cualquier posible amenaza comunista. En el ejército, siempre algo inconforme con el dominio que ejercían los liberacionistas, altos oficiales exploraron las posibilidades de lanzarse como candidatos. Pero otras dos fuerzas emergieron rápidamente en un escenario político que, ahora, se abría a todos aquellos que habían permanecido al margen durante el gobierno de Castillo Armas: los simpatizantes de Ydígoras Fuentes, por una parte, y los grupos que –situados más a la izquierda- pretendían reencauzar el curso del proceso revolucionario iniciado en 1944.