En enero del año 1530, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Carlos V pidió a los príncipes de los territorios luteranos que explicaran sus convicciones religiosas en un intento por restaurar la unidad y reunir apoyo contra la invasión de Europa por parte de los turcos otomanos. Una delegación viajó a la ciudad de Augsburgo para presentar una declaración de fe, que llegó a conocerse como la Confesión de Augsburgo. Carlos V llegó a Augsburgo el 15 de junio de 1530. El emperador mandó a los príncipes luteranos que se unieran a la procesión del Corpus Christi al día siguiente. Pero no le obedecieron en riesgo de sus vidas. ¿Por qué no?
A pesar de la resistencia del emperador, la Confesión de Augsburgo fue leída públicamente y presentada a la Dieta Imperial el 25 de junio de 1530. La Confesión consta de 28 artículos. Se encuentra la primera objeción a la procesión con la hostia en vara en Artículo XXII, “Las Dos Especies En el Sacramento”, dice así: “Entre nosotros se dan a los laicos ambas especies del sacramento por éste es un mandamiento y una orden clara de Cristo: Bebed de ella todos (Mateo 26:27). En este texto, con palabras claras, Cristo manda respecto al cáliz que todos beban de él.” Además, al respecto del sacramento en procesión, “puesto que la división del sacramento es contraria a la institución de Cristo, se suprime entre nosotros la acostumbrada procesión en la cual se carga el sacramento.”