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Quizás  la vista sea el rey de los cinco sentidos, pero el oído es la reina.  Sin la vista, un ciego oyó el acercamiento de Jesucristo y gritó, “Hijo  de David, ¡ten misericordia de mí!” Por sus orejas oyó las palabras del  Señor, “Tu fe ha salvado.” Y su vista fue restaurado. Así dice Lucas  18:1-13, nuestro evangelio para Quincuagésima, el último domingo antes  de Cuaresma. Escuchamos la Palabra de Dios por la fe; Dios siempre  escuchó el grito del corazón fiel.