“Para comenzar, queremos recalcar de nuevo que nosotros no abolimos la misa, sino que la conservamos y defendemos escrupulosamente. Porque entre nosotros se celebran misas todos los domingos y en otros días de fiestas, y se administra en ellas el sacramento a quienes lo desean recibir, después de haber sido examinados y absueltos. Se conservan asimismo las acostumbradas ceremonias públicas, el orden de las lecciones y de las oraciones, las vestiduras y otras cosas semejantes.” La Apología de la Confesión del Augsburgo, Artículo XXIV, “La Misa”.
Hay bastante contenido en este párrafo breve, pero vamos a enfocar en el orden de las lecciones, o leccionario. La lectura pública de las Sagradas Escrituras es un componente esencial de nuestro culto cristiano. “Entre tanto que vengo, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza,” dice San Pablo a su discípulo, Timoteo, en 1 Timoteo 4:13. El apóstol mandó a Timoteo a tener cuidado a los porciones de las Escrituras leídas públicamente en las congregaciones de Éfeso.
Un leccionario conduce de manera sistemática llevar hacía delante las lecturas que corresponden en cada período del año eclesiástico. Es un herramienta que todo creyente en nuestro Señor debe conocer y entender para mejor desarrollo de las palabras y las enseñanzas que Jesucristo enseñó en su ministerio público y, que a través de la palabra revelada quedó escrita en la Biblia. El leccionario es una estructura de propósito de guiar el culto cada semana y cada día especial.
Ahora, bien, ¿que orden de lecciones se conservan en la época de la Reforma, según la Apología?