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“Y de Siria habían salido cuadrillas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel una muchacha; la cual sirviendo a la esposa de Naamán, dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra.” (2 Reyes 5:2-3) Aun en su cautiverio en el extranjero, aquella muchacha no olvidó su fe, y dio testimonio. Pero su testimonio dio gloria a Dios y su profeta, no a su propia experiencia. Gran parte del "testimonio" actual enfatiza la vida exitosa y la virtud del “testigo”, no la justicia y la misericordia de Dios.