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Apocalipsis 12:7-12 

Hoy no adoramos a San Miguel y los santos ángeles como Jesucristo, el único Mediador entre el Padre y los hombres, sino celebramos la victoria de Cristo en la cruz. Porque la gran batalla en el cielo descrita en el Apocalipsis de San Juan no es la rebelión primordial de Satanás y sus ángeles. En el contexto del capítulo 12, la “mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” es el pueblo de Dios. Los doce estrellas en su corona simbolizan los doce patriarcas de Israel según el antiguo pacto y los doce apóstoles según el nuevo pacto. Ella no es María la virgen en particular, sino María como representante de la nación de Israel dio a luz a Jesucristo. Por supuesto, Jesús es el Niño que el dragón, quien es Satanás, quería devorar. Sin embargo, este propósito quedó totalmente frustrado. “Y ella dio a luz un hijo varón, el cual había de regir todas las naciones con vara de hierro; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono.” El Señor Jesús se había descrito a sí mismo precisamente con estos términos en la carta a la iglesia en Tiatira, Apocalipsis 2:27-28. Claramente, esta es la exaltación de Cristo que comenzó con su victoria en la cruz y continúo con su resurrección y ascensión. En la cruz nuestro Señor venció el poder del pecado, del diablo y de la muerte y siguió adelante con su proclamación de la victoria en el infierno, antes de salir de la tumba. Por esa victoria, los santos ángeles echaron afuera Satanás y sus ángeles de la corte celestial.