Como afirmó Tertuliano, el antiguo escritor cristiano (160-225 años después de Cristo), “la sangre de los cristianos es simiente”. Con la muerte de Esteban, el primer martír, comenzó la persecución, no solamente de los apóstoles sino de toda la iglesia. Sin embargo, la persecución que dispersó a la iglesia también dispersó el evangelio de Jerusalén a Samaria y al mundo entero.