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El
tema de hoy es Meditación sobre el perdón

 


Para comenzar, trae a tu mente a una persona con la que tengas un problema. Se
trata de alguien que

con
sólo pensar en ella, ya sientes desagrado. Trata de imaginar todos los detalles
sobre ella:

su
nombre, su apariencia física, su estatura, su vestuario, sus gestos, sus
palabras.

 


 Reflexiona: ¿Qué es lo que te molesta
tanto de esta persona? ¿Qué fue lo que te dijo o te hizo?

¿Cuál
fue tu reacción ante esta situación? ¿Qué alcance tuvo el disgusto? ¿Qué
aspectos de tu persona abarcó?

 


 Ahora, imagina que haces un viaje al
pasado. Tu destino es el área de maternidad de una

clínica
o un hospital. Dentro de una de las cunas, está la persona que has recordado al

principio
de este ejercicio -aquella persona a quien consideras “el enemigo”-, con la
diferencia

de
que él es un bebé. Desnudo. Vulnerable. Dependiente. No puede alimentarse o
asearse por


mismo. En la cuna de al lado, estás tú mismo. Desnudo. Vulnerable. Dependiente.
No puedes

alimentarte
o asearte por ti mismo.

En
estas circunstancias tan similares, ¿dónde está lo que te molesta de “el
enemigo”? ¿Ya es

parte
de él? ¿Ya nació con eso? Conforme vaya transcurriendo el tiempo, ¿cómo
imaginas que

esa
persona se irá desarrollando? ¿Cómo será el ambiente que le rodee durante sus
etapas de

crecimiento?
¿Cuándo aprenderá a hacer lo que ahora a ti te molesta?



•  Analicemos nuestro historial: De
manera muy particular y por diferentes medios, tú y la persona a quien

consideras
“el enemigo”, han ido recibiendo información variada durante todo su
crecimiento.


y él han sido los receptores de determinados patrones de conducta. Han sido el
blanco de

muestras
distintas de afecto –o de la ausencia de éstas. Todo este conjunto de elementos
ha

resultado
en ciertas reacciones condicionadas, para cada uno de ustedes. Es decir, de
manera

personal,
han adquirido ciertos hábitos individuales de conducta. Consecuentemente, la
forma

de
actuar de “el enemigo”, así como tu forma de reaccionar ante estos actos, son
meros

accesorios.
Es decir, no se encuentran en la naturaleza de ambos. Ninguno de ustedes ha

nacido
con ellos. Por lo tanto, lo que está chocando, son esos accesorios.

 


Ahora imagina que, en ese mismo viaje al pasado, ahora tu destino es un parque,
o un patio de

juegos.
En él te encuentras tú, cuando eras niño. Es una infancia feliz, sin
preocupaciones. Te

da
lo mismo si estás limpio o sucio, si ya comiste o aún no. Tú simplemente te
diviertes,

disfrutando
el momento presente. A unos pasos de ti, se encuentra la persona a quien le has

colocado
la etiqueta de “el enemigo”. Él también es un niño. Se viste, juega y se
divierte igual

que
tú. Visualiza que cada uno de ustedes sostiene un juguete entre sus manos.
Puede ser una

pelota,
un muñeco, cualquier cosa. Estos objetos representan sus “accesorios”. El
objeto que

“el
enemigo” sostiene, representa su manera de actuar o hablar, y el objeto que tú
tienes,

representa
la manera en que tú reaccionas. En este momento, imagina que sueltas tu objeto sobre
el suelo, y con una actitud espontánea y muy divertida; destruyes ese objeto.
Puede ser

con
un pisotón, bailando sobre él, lanzándote sobre él, dándole encima con un
martillo chillón. Invita a

“el
enemigo” a que haga lo mismo con su objeto. Observa cómo disfruta cuando lo
destruye.

De
manera simbólica, ustedes dos acaban de eliminar la causa del pleito que has
venido

cargando
(recuerda que lo que choca no son las personas, sino sus accesorios). Acto
seguido, imagina que ambos se miran a los ojos, ríen con complicidad y se dan
un fuerte abrazo.

 


 Ya has regresado de tu viaje por el
tiempo. Piensa: ¿cómo te sientes ahora? ¿Cuál será

ahora
tu reacción ante lo que tú considerabas como un problema al inicio de este
ejercicio?

Si
quieres darle un sentido altamente práctico a este ejercicio, puedes apoyarte
en la siguiente

herramienta:
Consigue un globo de látex sin inflar. Ese globo representará a la persona que
imaginaste al principio del ejercicio. Con plena consciencia, visualiza que
cada vez que soplas, le estás enviando

bendiciones,
sonrisas, abrazos, muestras de afecto, paz mental, buenos deseos, felicidad

duradera.
Cuando termines de inflarlo, hazle un nudo en el extremo para que el aire

permanezca
adentro y con un plumón píntale una cara feliz.

Guarda
el globo en un lugar visible de tu casa. Píntale una cara feliz. Cada vez que
veas este objeto,

recuerda
cómo vas a reaccionar de ahora en adelante cada vez que veas a esta misma persona.

Gracias por escuchar este podcast!

www.fernandoromoledezma.org