El machismo se lleva muy bien con el discurso meritocrático, porque quienes compran el discurso de la meritocracia en general ocupan lugares de privilegio y se perciben a sí mismos como “individuos” y por eso mismo les cuesta tanto ver el entramado social de desigualdad, les resulta muy difícil pensar en términos comunitarios.
Los varones educados dentro de las coordenadas de la masculinidad clásica aprendimos a proyectar y sostener una imagen externa.
Fuerza, seriedad, racionalidad para algunas cosas (toma de decisiones, etc), furia y violencia para otras (justificadas por la mirada del sentido común: tenía la pollera muy corta, lo provocó, etc).
Esta imagen exterior, forjada con tanta dedicación y cuidado, requiere de una atención constante acerca de cómo la perciben las demás personas, más que nada otros varones cuya opinión validaría nuestra existencia.
Exactamente así funciona el ego.
MÚSICA: HIGH TIDE - PIXABAY
