De validarse la censura y prohibición a cualquier expresión que se diga viola derechos humanos entraríamos al camino en el que “otros”, los que sí saben, los correctos, “los defensores” de lo que sí es y deben ser los derechos humanos, adquieran la tutoría sobre el resto. Es decir, el resto seríamos sujetos a una tutoría mental por parte de ellos y por el Estado. Porque a su parecer no tenemos la capacidad para discernir por nosotros mismos lo que es bueno y malo. Esos son los extremos a que puede llegar y constituirse instituciones como la Conapred en México.
Para estos grupos y para el estado se requiere un pensamiento único, un pensamiento colmena, en el que nadie pueda expresar nada contrario a los dogmas de los derechos humanos enunciados por sus autonombrados apóstoles de su interpretación. Para estos apóstoles no existe el “otro” a menos que sea una extensión de sus propias ideas. Un feligrés más.