Los orígenes de las marchas fúnebres se remontan a fines del siglo XIX, cuando luego de la expulsión del clero durante la Reforma Liberal, la organización de los ceremoniales religiosos pasó a manos de hermandades laicas. En el proceso, la música sacra administrada por los Maestros de Órgano de las Iglesias, y que contenía composiciones para órgano, orquesta y coros, fue sustituida por obras interpretadas por bandas marciales.
Aquí se incorporan piezas del romanticismo europeo, entre ellas, la Marcha Fúnebre de Chopin, las composiciones de Ludwig van Beethoven, Héctor Berlioz, y las obras de Karl Von Lattan para los protocolos fúnebres del Ejército Imperial Alemán. El proceso cultural fue un reflejo del zeitgeist o espíritu de la época: la laicización de lo religioso y la incorporación de elementos militares la vida cultural.
A partir de 1880, aparecen las primeras obras de autores nacionales, quienes, en su mayoría, estudiaron en la Escuela de Músicos Militares. Emilio Dressner, Santiago Coronado, Marcial Prem y Rafael Álvarez Ovalle son referentes de esta primera generación de compositores, y sus obras aún forman parte del reservorio musical de la época. Un antigüeño de cepa, dejaría obras primorosas que perduran en el tiempo y son parte del alma musical de la cuaresma y semana santa guatemalteca, en este episodio especial de Marchas con Historia, presentamos la biografía y obras musicales del Maestro, Alberto Velásquez Collado.