Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol:Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión. Y es que para nosotros los católicos, esta celebración es la representación y exaltación al Señor de Señores sobre la tierra, El Cuerpo de Cristo vivo en el Santísimo Sacramento.
La Solemnidad de Corpus Christi simboliza la presencia de Cristo en la Eucaristía. Esta ceremonia del cuerpo y la sangre del Señor es la gran oportunidad que tiene el pueblo para manifestar ese amor a Cristo que de manera real está en la hostia consagrada.
Este año nuevamente no fue posible celebrar esta solemnidad con el amor y la pompa que se merece, pero como hemos dicho en anteriores ocasiones; “Hay un tiempo para todo”. Porque aunque no podremos tener la presencia en las calles del Santísimo Sacramento en la procesión más importante; en la “procesión de procesiones”, en la que no nos hace falta cargar o tener un turno de honor, sino únicamente llegar con el corazón contrito y devoto, porque en esta fiesta es en la que verdaderamente nos acercamos a Jesús, porque si nos faltara el amor a Él, seríamos como dice San Pablo solo “metal que resuena o platillo que hace ruido”.