Vivimos en un mundo en el que la distracción es continua y el bombardeo de estímulos no cesa. Eso repercute en nuestra calidad de vida y nos desvía de lo que realmente importa.
Pensamos que el estrés y la ansiedad son cosas de adultos, pero lo cierto es que desafortunadamente también afecta a los más pequeños. Desarrollar resiliencia ante las dificultades y situaciones adversas es cada vez más importante y es la clave de la inteligencia emocional y social.
El cultivo intencional de la conciencia del momento presente, instante tras instante, es la habilidad que entrenamos practicando Mindfulness y es un aspecto esencial para el aprendizaje emocional y social y también para el crecimiento ético de los más jóvenes.
Mindfulness favorece una manera amable, curiosa y abierta de prestar atención a uno mismo, a los demás y al mundo desde la que cada persona puede adoptar maneras de ser y de actuar más positivas y eficaces, que le permitan vivir de manera más plena y disfrutar de mayor bienestar. Por eso, es una práctica que debería incorporarse de forma temprana en la educación. Muchos países lo están haciendo ya.