La Biblia no condena la riqueza, pero sí nos advierte sobre sus peligros y nos enseña a usarla con sabiduría. Hoy reflexionamos sobre lo que significa verdaderamente ser rico: no es la cantidad de bienes, sino el propósito con el que se administran. Dios nos llama a ser generosos, humildes y a no poner nuestra esperanza en lo material. La riqueza puede ser una bendición si se usa para servir y honrar a Dios.