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La vida espiritual no se sostiene con impulsos sino con hábitos: orar, meditar la Palabra, congregarse y servir. La disciplina no es legalismo; no hacemos para “ganar puntos”, sino porque amamos a Dios y queremos agradarle. Entrenarnos para la piedad, día a día, ordena el corazón, afina el carácter y vuelve fecunda cada área de la vida. Este devocional inaugura dos semanas sobre disciplinas: empieza hoy con un paso pequeño que puedas repetir mañana.