Así como el cuerpo vuelve a tener hambre, el alma también; nada material la sacia. El salmista nombró esa sed y Elías aprendió en el desierto que Dios provee el pan para el camino; en Él está la seguridad que no dan los contratos ni las circunstancias. Este Viernes de Oración nos acercamos a su presencia para recibir el alimento que sostiene, el agua que apaga la sed y la paz que ordena la vida, para recorrer con esperanza la jornada larga.