Acercarse a Dios empieza revisando el corazón: oramos con espíritu recto, dejamos que el Espíritu nos muestre cualquier amargura o pecado oculto y lo confesamos sin excusas ni autoengaño. No es culparnos ni minimizar; es quitar lo que estorba para reconciliarnos, ser limpiados y caminar ligeros. Hoy, en Viernes de Oración, inclinamos el corazón y descansamos en Aquel que nos recibe, perdona y hace nuevas todas las cosas.