En el contexto de la distopia, el "proletariado digital" aparece una nueva clase social cuyo peligro es que está convirtiendo en la única y universal clase social, pues todos los que navegamos en la red y que tenemos alguna o varias cuentas sociodigitales, nos convertimos en obreros que producimos datos a cambio de la falsa ilusión de libertad y participación, cuando en realidad estamos al servicio de los grandes oligopolios digitales y servimos, sin darnos cuenta, a los intereses de los grandes capitales políticos y económicos.
El orden simbólico mundial, tanto de las comunidades sociales como de las digitales, está en crisis, por eso es urgente repensar un nuevo orden global derivado de un progreso moral y ético, en el que se priorice la justicia social, la convivencia armónica con los ecosistemas y la construcción de comunidades solidarias y colaborativas, todo esto muy alejado de la agenda del capitalismo salvaje.
Sí, volver a la Utopía. A la palabra que nos hace sentir, a la palabra del otro que nos transforma.