“Nuestros corazones, en lugar de envidiar a los pecadores, deben estar llenos de compasión por ellos, ya que no tienen nada que esperar sino la muerte.”
En lugar de envidiar a los pecadores, determina tener una perspectiva eterna enraizada en el temor del Señor, un reconocimiento activo de la grandeza y la justicia de Dios.