San Marcos 3,22-30.
Ante Jesús nadie puede permanecer indiferente o neutral, o se lo acepta y se lo sigue radicalmente, o simplemente se lo rechaza.
El evangelio de hoy nos presenta como los fariseos, envidiosos por el poder y el prestigio que Jesús tenía entre la gente, ya no sabían qué hacer para desacreditarlo; entonces se les ocurre decir que Jesús hacía prodigios porque tenía el poder de Satanás, y que expulsaba demonios con el mismo poder. Jesús responde que Satanás no puede expulsar a sus propios discípulos. Porque si en un reino hay divisiones ese reino se viene abajo.