Mateo 13,47-53
Esta parábola es muy parecida a del trigo y la cizaña. Siempre hay aquellos que desean una Iglesia que incluya solo gente buena, donde los malos quedan afuera. No se dan cuenta que probablemente quedaría vacía, ya que Dios ha querido ser misericordioso y paciente con los pecadores, dejando el juicio para el final. ¿No somos todos pecadores, llamados por Dios para aceptar su misericordia en nuestras vidas y en las de otros?