Era Camagüebax el cacique del pueblo, acogió con franca y generosa hospitalidad a los extraños españoles. Él los trató cordialmente, por bondad; aquellos fingieron afabilidad con ambiciosas miras. Finalmente, los extranjeros se portaron indignamente y le dieron muerte horrible y bárbara. El cuerpo fue arrojado desde la alta cima del cerro Tuabaquey, en la serranía que se divisa al norte del que fue su cacicazgo.
Ahí comienza a crearse su leyenda que posteriormente dio paso a la de su hija, la princesa Tínima.
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