Si bien es natural amar y querer a los demás, el apego excesivo puede llevarnos a relaciones poco saludables donde dependemos de otros para nuestra felicidad o autoestima.
Cuando nos aferramos demasiado a las posesiones, el dinero o el éxito, podemos perdernos de las experiencias y relaciones que nos dan alegría y significado.
Si vivimos anclados en recuerdos o arrepentimientos, podemos tener dificultades para vivir plenamente el presente y construir un futuro mejor.
Si estamos demasiado apegados a nuestras creencias, podemos ser resistentes a nuevas perspectivas y oportunidades de aprendizaje.