No hay duda de que el hombre ha sido diseñado para rendirse y adorar a un Dios absoluto, pero cuando se rechaza al auténtico Dios, sólo quedan impostores que de ninguna manera podrán satisfacer las expectativas del corazón humano. Además, como veremos a lo largo de Apocalipsis, a quién rendimos nuestra lealtad tendrá para cada hombre consecuencias eternas.