En este mundo caído el dolor es inevitable. Todos hemos sido heridos, agraviados y ofendidos por otros. Es una realidad que forma parte de la vida.
Juan 16:33
El deseo de Dios es que comprendamos que su gracia es suficiente para cada situación, que por el poder de su Espíritu Santo que mora en nosotros tenemos la capacidad de responder con gracia y perdón a quienes nos han herido. Hay dos formas principales de responder a las heridas y a las experiencias injustas de la vida: Cada vez que somos lastimados, elegimos reaccionar en una de las dos:
1. LLEVAR CUENTAS. La primera respuesta natural del ser humano que ha sido dañado, abusado o maltratado es convertirse en un cobrador. Queremos hacer que el ofensor pague por lo que ha hecho. Ese es el camino del resentimiento, la venganza y el desquite; es saldar las cuentas y obtener el pago exacto por lo que otro hizo. Génesis 27:41Cobrar las ofensas siempre produce el amargo fruto de un dolor y un resentimiento más profundos, y de mayor esclavitud.
2. RENUNCIAR. Renunciar a la ofensa es un camino mejor, es el camino de Dios. Dios nos llama a la elección pura y poderosa del perdón, y a seguir, hasta donde sea posible, el camino de la restauración y la reconciliación. Colosenses 3:13Marcos 11:25. Así que, si nosotros como creyentes nos empeñamos en no perdonar, nuestro corazón tendrá que enfrentar el hecho de que nuestras acciones vienen a ser desobediencia a Dios.
¿Qué pasa si elegimos no perdonar? te lo diremos en este capitulo.