Listen

Description

No solo los israelitas rechazaron a Dios, es algo que también nosotros hacemos constantemente, y lo hacemos para controlar y llenar los deseos de nuestro corazón. No solo lo hacemos en cosas obvias, donde ponemos primero nuestros intereses, gustos, y places, sino que también en cosas sutiles, en los detalles, en lo que creemos que nadie puede ver, involucramos nuestros pensamientos y emociones que nadie conoce.

Y es en estos detalles donde nos podemos perder, pensamos que como ya no caemos en lo grande estamos bien.

Estamos buscando las bendiciones, las promesas, las soluciones, pero no estamos buscando al dador de las bendiciones, promesas o soluciones. No lo conocemos aun y menos sabemos que es Él quien nos ha buscado siempre. Lo buscamos a Él por ser Él quien ha puesto en nosotros ese deseo de dar con Él.

Vamos buscando la solución a nuestros problemas, pero como Dios nos conoce mejor que nosotros mismos, sabe que muchos de nuestros problemas no son la enfermedad, sino los síntomas de dicha enfermedad. Y con gran amor empieza a trabajar en nuestro interior eliminando la enfermedad para liberarnos de los síntomas

Es un proceso que puede durar meses o años, hasta que comprendemos que no existe nada que podamos controlar, muchas veces ni controlamos nuestra lengua o nuestras intenciones.

Algunas veces, con seguridad, te abras preguntado:

Y ¿por qué hice eso?  Y no tienes la menor idea de por qué lo hiciste. Pues a mí sí me ha pasado.

Pero lo que sí tenemos es el 100% de capacidad para rendirlo todo, entregarlo todo y dejar todo en manos de Dios. Permitir que Él tome el control no solo de nuestros problemas sino también de nuestro corazón.

Es un camino que recorreremos toda la vida hasta encontrarnos con Él.

Que fácil es sentirse mejor que los demás. Que fácil es juzgar, opinar, hablar y atribuirse la gloria de los cambios evidentes de nuestras vidas. Que fácil es ser arrogante.

Esto es como el mal aliento, el último que se da cuenta es aquel que lo sufre. Piensa que todo está bien y aunque se lo digan con amor, no lo cree.

Puede ser que no sea visible, pero en nuestros pensamientos y en nuestro corazón, somos arrogantes. Lo llevamos dentro.

Y es que leer y enseñar la Biblia no es el fin en sí mismo, sino el medio por el cual llegamos a conocer a Dios y nos podemos deleitar en su presencia y gustemos cuál dulce y grato es sentirlo en nuestro corazón.

Pero bien que nos perdemos en las tareas y nos desenfocamos del fin último: Estar en la presencia De Dios.

Es cierto que nadie puede tener buen carácter sin tener buenas opiniones, pero es posible tener buenas opiniones sin tener buen carácter. Se pueden tener excelentes opiniones de Dios sin que ello signifique que lo amas. Satanás es prueba de ello.

Y es que este es el detalle más importante: Amar a Dios es obedecerlo

Le contestó Jesús: —El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra morada en él. El que no me ama, no obedece mis palabras. Pero estas palabras que ustedes oyen no son mías, sino del Padre, que me envió.

Juan 14:23-24 NVI