Cada día tomamos decisiones basados en lo que creemos que dan forma a nuestra historia de vida. ¿Cómo se vería su vida si permitiera que principios divinos guiaran esas decisiones?
Si alguien le pidiera contar su historia de vida, ¿qué le diría? Podría iniciar por dónde nació, dónde fue criado. Podría mencionar su primer amor. Tal vez hablaría del gran cambio que hizo su familia o de cuándo se fue a la universidad. Si está casado, podría describir cómo conoció a su esposa. Si no lo está, podría comentar el por qué. Si es padre, podría mostrar con orgullo algunas fotos de su familia en su celular. O tal vez describiría su trayectoria profesional. ¿Qué hay en su historia?
La mayoría de nosotros tenemos capítulos que preferimos no mostrar a nadie. Quizá terminó en un lugar donde nunca quiso estar. No tenía la intención de arruinar algo, pero lo hizo. Tomó decisiones que lo llevaron más lejos de lo que se imaginó. Hizo algunas cosas que le costaron más de lo que pensó. Hirió personas. Comprometió sus principios. Rompió promesas. Hizo cosas que siente no puede deshacer.
Su historia no ha terminado, no es demasiado tarde para cambiar la historia que un día contará.
Todo comienza en lo que creo:
Creer en Dios y aceptar que Él envió a su hijo para salvarme, es ahí mismo que empieza la transformación de nuestro corazón que requiere el 100% de nuestro compromiso y entrenamiento diario para que con el 100% de nuestra energía, más la que no tenemos y es la que nos da el Espíritu Santo, lleguemos a nuestro objetivo final que es ser uno con Cristo para vivir con Él en la eternidad.
-Cuando llegamos a Dios necesitamos ser transformados
-Dios conoce nuestro potencial y destino, Él ve lo que no vemos
-Nos acepta y ama tal y como somos y con todo lo que traemos cuando llegamos a Él. COMO TE AMA EL SEÑOR.
-Dios empieza a trabajar en forma inmediata en nosotros, no necesita que nosotros estemos listos en alguna área.
-Dios termina lo que empieza
Recibo a Jesús como mi salvador, abro mi corazón a Él y le entrego el control de mi vida, de mis emociones, de mis pensamientos, que no me pertenecen, son tuyos. Sé que me aceptas tal y como soy, así como también con todo lo que traigo por haber creído en otras cosas y aun así tú me amas.
Querido Dios te agradezco que has estado para mí y que hayas enviado a Jesús a salvarme y no a condenarme.
Te pido que me salves de mi pasado, mis culpas, mis errores, mis pecados, mis malos hábitos, mis heridas y mis complejos.
Te pido que me salves para tu propósito, en el nombre de Cristo Jesús, Amen.