Antes de Cristo, mi vida giraba alrededor de llenar un vacío, hasta que encontre a Dios y permiti que Dios me transforme y haga un trabajo en mi. Pero una vez esto sucede, nuestra misión cambia en esta tierra, y pasa a ser el presentar a Cristo al mundo.
Puede ser que se quede pensando “Jesús, no me siento, cómodo y menos listo para compartir mi fe, es algo muy personal y adicionalmente sigo en medio de esta batalla, no quiero meter mis creencias en la garganta de nadie. Yo no soy pastor, Tú eres el Pastor, para ti es fácil. Sencillamente soy tímido y no me siento preparado para hablar de Dios a otros.”
Tal vez otra pregunta que se puede uno hacer es ¿por qué me pasa esto a mí, si el Señor está con nosotros, por que sucede esto? ¿Dónde están los milagros de Dios, eso solo les pasa a otros no a nosotros, a mí me abandonó Dios, me quedé aquí tirado, con pandemia, sin trabajo, el divorcio, la traición?
¿Dónde está Dios?
¿Ni lo veo y ahora voy a hablar de Él?
Cuántas veces nos hemos sentido solos, desamparados y sin fuerzas, desanimados y sin capacidad para realizar la tarea, cualquiera que esta sea. Otras veces nos enfrentamos a un reto, un gigante, una montaña y sentimos que no tenemos lo que se necesita para poder afrontar esta tarea, que no estamos preparados.
O qué podemos decir de las veces que vemos a otros y decimos: qué suerte tuvo aquel o aquella, encontró el trabajo que le gusta y le pagan re bien, además lo han ascendido de puesto, y la familia que tiene, que suerte tuvo, encontró a la pareja perfecta, heredo lo de sus padres y mire tiene casa, carro, finca, viajes, becas. Así sí, que suerte, mire que espiritual es, se ve que tiene una relación con Dios en todo lo que hace es bendecido, cómo puede tener tanta influencia, cómo lo buscan y escuchan, algo querrán de él, y nuevamente me miro al espejo y veo que no tengo la suerte, ni la herencia para tener todo lo que aquellos o aquellas tienen, y me quedo deseando tenerlo sabiendo que tal vez no tengo las condiciones para esto.