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La OMS denominó Infodemiaa la cantidad excesiva de información ‒ en algunos casos correcta, en otros no ‒ que dificulta que las personas encuentren fuentes confiables y orientación fidedigna cuando las necesitan. Este es un grave problema al que se enfrenta toda la población. En la era de la información, este fenómeno se amplifica mediante las redes sociales, llegando más lejos y más rápido, como un virus. 

La desinformación también tuvo efectos en las poblaciones indígenas. Por la escasa atención del Estado a sus necesidades para enfrentar la Covid-19, con restringido acceso a la atención médica y a la medicina occidental, estas poblaciones autoaisladas acudieron a la medicina ancestral, la cual suele ser considerada como un complemento de los tratamientos oficiales y una conexión vital con el territorio que habitan.

La Organización Mundial de la Salud define medicina tradicional de esta manera:

“La medicina tradicional es todo el conjunto de conocimientos, aptitudes y prácticas basados en teorías, creencias y experiencias indígenas de las diferentes culturas, sean o no explicables, usados para el mantenimiento de la salud, así como para la prevención, el diagnóstico, la mejora o el tratamiento de enfermedades físicas o mentales...”

Pero.. ¿Los pueblos indígenas están de acuerdo con esa definición? ¿Los ministerios de Salud educan e informan con contenidos de medicina ancestral y medicina científica? ¿Hemos comprendido que ambas medicinas son complementarias? Las campañas de salud, ¿son coherentes en ese sentido?