En este episodio reflexionamos sobre cómo, aunque muchos hemos crecido físicamente, muchos aún seguimos siendo "bebés" en nuestra madurez espiritual. La verdadera madurez no se mide por la edad o la experiencia, sino por nuestra capacidad de reflejar el carácter de Cristo en nuestra vida diaria. Es un llamado a crecer no solo en conocimiento, sino en sabiduría, paciencia y amor. Es hora de dejar atrás la inmadurez y abrazar una vida transformada por el Espíritu. ¡Maduremos juntos!