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A veces el alma también se enfría... y la señal más clara es cuando dejamos de hablar con Dios.

La oración no es una rutina, es ese momento donde el corazón se enciende otra vez.

Hoy el reto es simple, pero poderoso:

Dedica 10 minutos de tu día a hablar con Dios.

No necesitas palabras perfectas... solo un corazón sincero. Él sigue esperando ese momento contigo.