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Atrapemos el instante

Y hubiera mirado tu vuelo por el cielo,

hubiera imaginado que eras nube de paso,

una caricia errante, un suspiro con alas,

un pensamiento que se disuelve entre los rayos del alba.

Pero volemos juntos, mientras vuelan los sueños,

mientras el tiempo finge ser eterno

y el corazón, ingenuo, se atreve a creerlo.

Nada puede durar más que un minuto de felicidad,

pero en ese minuto cabe el universo entero.

Atrapemos el instante, amor,

antes de que se desvanezca como humo de aurora,

antes de que la brisa robe su perfume,

antes de que el reloj lo encierre en su jaula de horas.

La vida no se mide en días ni en calendarios,

sino en miradas que arden sin decir palabra,

en manos que se buscan como raíces bajo tierra,

en silencios que saben a promesa cumplida.

Que nos importe solo el ahora,

este segundo suspendido entre dos latidos,

este milagro diminuto que nos nombra

y nos hace sentir inmortales por un soplo.

Somos fuegos artificiales en la noche del mundo,

estrellas fugaces que se cruzan por azar,

pero mientras dure el resplandor,

que nadie nos convenza de que no somos eternos.

Volemos, amor, volemos sobre los miedos,

sobre las sombras que temen a la luz,

que el cielo es solo un espejo de lo que sentimos

y la vida, un instante que aprendió a brillar.

Si mañana el viento nos separa,

que quede este destello grabado en la piel,

porque el amor, cuando es verdadero,

no necesita durar: basta con existir.

Así, mientras el mundo gira distraído,

tú y yo, cómplices del tiempo,

seguiremos atrapando instantes,

como niños que guardan luciérnagas

en un frasco de eternidad.

Ana Ocaña poeta