Listen

Description

Hace algunos días estuve viendo una película que trataba sobre el sufrimiento de una niña al no tener un lugar ideal para vivir. Sus padres estaban divorciados. El padre tenía la custodia pero la madrastra no la quería y logró que el padre enviara a la niña con su madre. Su mamá tenía un trabajo que le llevaba mucho tiempo y no podía atenderla por lo que la dejaba por temporada en casas de parientes y amistades. Durante todo esto la niña dibujaba y soñaba con un hogar ideal donde estaba su mamá, su papá y su hermana con la cual jugaba. Pero su sueño nunca llegó a realizarse y en toda la película ella se hacía una pregunta: ¿Dónde está mi hogar?

Algunos de nosotros podemos recordar nuestro hogar de procedencia con mucha añoranza recordando con entusiasmo el amor y la seguridad que disfrutábamos. Otros no tuvimos ésa bendición. Algunos ya de adultos gozan de una familia a la que pueden llamar hogar. A otros les gustaría que su situación fuera diferente. Pero todos los cristianos en algún momento nos hemos sentido cómo si fuéramos extraterrestres pertenecientes a otro mundo. De hecho muchas personas nos miran de ése modo. Y cómo la niña de la película podemos añorar ese lugar donde ya yo no sea minoría, donde ya yo no sea un extraño. Un lugar al que verdaderamente pueda llamar, mi patria, mi hogar.

Para mantener ésta expectativa debemos recordar que.

- Debemos recordar que estamos de paso (vv.8-9)

Abraham fue llamado por Dios estando en Mesopotamia para ir hasta la tierra prometida. Él vivió en Canaán más años que los que vivió en su tierra de nacimiento, aún cuando Dios lo llamó siendo un anciano, sin embargo siempre se consideró un extranjero en la tierra prometida (Gn.23:4)

Nunca construyó una casa en este lugar. No poseyó tierras, solo una heredad para sepultura donde enterró a Sara y, años después él también fue enterrado allí. Vivió en tiendas, al igual que su hijo Isaac y su nieto Jacob. 

Los patriarcas se trasladaban de un lugar a otro. Poseían solo lo imprescindible ya que continuamente se estaban mudando.

Una de las cosas que Dios deja claro en su Palabra es lo transitorio que es esta vida. Las cosas que se ven son temporales pero las que no se ven son eternas.

Los cristianos somos extranjeros y peregrinos sobre la tierra (Heb.11:13e, 13:14). Estamos de paso. 

Éste mundo no es nuestra patria. Jesús dijo que no somos de este mundo. Esto no quiere decir que no debemos preocuparnos por lo que pasa a nuestro alrededor. Somos llamados a ejercer influencia donde quiera que estemos. Pero con demasiada frecuencia nos vemos buscando el cielo en la tierra. Aunque el reino de Dios ha invadido este mundo y podemos ver destellos de ése reino en nuestra vida y a nuestro alrededor y aunque podamos sentir la presencia y el poder del reino de Dios invadiendo este mundo, nunca experimentaremos todas las condiciones del cielo en esa tierra.

Como creyentes debemos despertar. Aunque hablamos del cielo, en la práctica, por la manera en que vivimos, las cosas que anhelamos y a las cuales les dedicamos nuestro tiempo, damos a entender que nuestra esperanza está puesta en este mundo. 

Si les parece que estoy exagerando miremos la vida de tantos creyentes y probablemente tu propia vida y veremos cómo muchas veces estamos dispuestos, al igual que los no creyentes, a sacrificar incluso a nuestra familia por mejorar económicamente. Y no estoy diciendo que tener cosas materiales sea malo, lo malo es cuando éstas se nos vuelven imprescindibles para vivir.

Jesús nos exhorta a hacer tesoros en el cielo y no en la tierra donde todo lo que poseemos lo podemos perder en cualquier momento.