Sería apropiado hacer aquí algunos comentarios generales que expliquen lo que el pecador piensa inmediatamente antes de su conversión.
Descubre que la Biblia revela los secretos de su alma, que discierne los pensamientos y las intenciones de su corazón. Está listo para decir “Vengan y vean un libro que me ha dicho todas las cosas que he hecho”. En momentos como ese, la Palabra de Dios es como un espejo en que el hombre contempla su rostro natural. Refleja su imagen y le muestra sus tristes deficiencias y su gran deformidad. Descubre que su corazón es excesivamente depravado. Está convencido de que las ideas de los pensamientos de su corazón son siempre hacia el mal. En este estado de ánimo, David comparó sus dolores a “huesos que has quebrantado” (Sal. 51:8, NVI).