La más grande transformación en la historia de la humanidad sucedió en el siglo XVIII cuando una filosofía denominada de la libertad emergió triunfante en ciertas sociedades, cuyos habitantes fueron dándose cuenta que a más libertad y propiedad privada, seguridad y orden se incrementaban las condiciones de vida de la gente.
La filosofía de la libertad puesta en marcha en términos prácticos fue conocida como liberalismo, expresión que fuera debidamente expresada por el gran pensador y filósofo español, José Ortega y Gasset, en su memorable libro "La Rebelión de las masas".
El citado escritor afirma: "El liberalismo, conviene hoy recordar esto, es la suprema generosidad: es el derecho que la mayoría otorga a las minorías y es, por tanto, el más noble grito que ha sonado en el planeta".
Tan acertadas palabras en el presente siglo XXI requieren de su debida apreciación y sobre todo de su valorización. Es la preminencia absoluta de ciertos derechos conocidos como individuales porque respeta a la persona en sí misma, siendo los mismos aquellos antiguos pero vigentes derechos a la vida, la libertad y la propiedad, como en efecto el gran John Locke nos recordaba en su también extraordinaria obra "Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil".
No obstante, y si bien la política ha sido la preocupación permanente de los pensadores de libertad, la misma no se detiene como en un compartimiento estanco. Al contrario, para la filosofía de la libertad, siendo el individuo el actor principal en la sociedad requiere de la cooperación libre para que intercambiando sus voluntades hagan posible la producción, la venta y compras de bienes y servicios.
Esto que se viene a llamar mercado y que requiere como bien lo dice Von Mises, el más grande economista de todos los tiempos, en su Tratado "La Acción Humana" así como Adam Smith en su señera obra "La Riqueza de las Naciones" de que las miles y millones de personas que actúan buscando su propio beneficio al final también terminan beneficiando a sus prójimos de una manera que nada ni nadie es capaz de lograr esos cambios para bien sin LIBERTAD Y PROPIEDAD PRIVADA.
De manera que si hay una ley de hierro en el pensamiento liberal esa es la libertad individual de la que surgen los principios de la cooperación, la producción, la productividad, la eficiencia y la eficacia en la que todos finalmente salen airosos.
Este proceso que en apariencia puede resultar desordenada y hasta inentendible para muchos, en realidad es perfectamente comprendida y llevada a cabo por la gente que colabora entre sí, situación que ocurre usualmente con las personas comunes y corrientes que lo único que desean en mejorar sus condiciones de vida sin dañar a otros.
Es por este motivo que los verdaderos adversarios del capitalismo liberal no procede del pueblo, sino que procede de los seudo intelectuales, los burócratas, los políticos, es decir, de los autoritarios de ayer y de hoy que desean dirigir la vida de los demás porque en el fondo detestan que los demás se vuelvan independientes a sus designios.
Hoy el nuevo feudalismo que se apodera de la propiedad y del esfuerzo de la gente mediante impuestos, endeudamientos, inflación, déficits, controles de precios y otras medidas se están convirtiendo en la nueva monarquía, una monarquía tan detestable, corrupta y hambreadora como la que el mundo conoció antes del advenimiento del liberalismo.