LA DIVINIZACIÓN DE LA DEMOCRACIA DESTRUYE LA LIBERTAD
Estamos en una situación muy peculiar en los momentos en que vivimos. Se ha llegado al punto de la divinización de la democracia, una forma de endiosamiento que considera que el hecho de elegir a los gobernantes es la única condición para lograr una mejor sociedad.
Este endiosamiento sin embargo no es más que un grave error fatal proveniente de un conjunto de ideas cimentadas en el colectivismo donde lo social, lo colectivo, reemplaza al individuo.
Este reemplazo de lo individual en cuestiones que hacen a nuestra libertad por el cual tenemos el derecho de elegir según nuestro parecer sin dañar a otros, tiene graves consecuencias pues sacándole de su matriz natural al ser humano para convertirlo en parte de una masa, quedamos indefensos de nuestro derecho más precioso e inalienable.
El individuo convertido en masa de ese modo queda debilitado porque prefiere en poco tiempo que sean otros los que decidan por él, en todos los temas que le incumben, desde sus ideas, su familia, educación y de ahí en más a lo que hace el Estado mediante el gobierno de turno, cualquiera sea.
Esto implica que en nombre de la democracia el gobierno debe ser dirigido finamente por los que se creen investidos del voto popular y que de ahí en más, pues lo que se debe dar rienda suelta y sin crítica alguna es a dar licencia a una mayoría circunstancial cuyo único propósito es sobrevalorar sus intereses (del grupo en el poder) incrementando sus privilegios.
De manera que estamos ante este grave peligro. La democracia endiosada es el peor de los peligros expuestos contra nuestra libertad porque ellos se consideran hacedores, dueños y con la suficiente legitimidad (por los votos obtenidos) de hacer y deshacerse de aquellos a los que se les enfrenten, a costa y con cargo a denigrar y terminar con nuestra libertad.