Cuando la vida da uno de esos giros dramáticos que nadie espera, pone todo patas arriba y deja al descubierto quienes somos en realidad. No es posible permanecer indiferente cuando la tragedia te mira a los ojos. Ya no está ocurriendo al otro lado del mundo, ni en el país vecino, ni siquiera en otra ciudad. Está ocurriendo en tu propia casa.